domingo, 7 de agosto de 2011

Zanahorias, Huevos y Café.

    Así como el oro debe pasar por el fuego para ser purificado, los seres humanos necesitamos pruebas para pulir nuestro carácter. Lo más importante es como reaccionamos frente a ellas.

    Una hija se quejaba con su padre acerca de la vida. No sabía como seguir adelante y cansada de luchar, estaba a punto de darse por vencida. Parecía que cuando solucionaba un problema, aparecía otro.

     El padre, un reconocido chef, la llevo a la cocina. Lleno tres ollas con agua y las puso sobre fuego fuerte. Cuando el líquido estaba hirviendo, echo zanahorias en la primera olla, un par de huevos en la segunda, y algunos gramos de café en la tercera.

    La hija espero con impaciencia, preguntándose que estaría haciendo su padre. A los veinte minutos el apago el fuego, puso la zanahorias en un recipiente y los huevos en otro, coló el café y lo sirvió en una jarra. Mirando a su hija, le pregunto:      

    Querida, que vez. Zanahorias, huevos y café, fue la respuesta.

     Le pidió que tocara las zanahorias: estaban blandas, luego le dijo que rompiera un huevo: estaba duro. Por ultimo le pidió que probara el café. Ella sonrío, mientras disfrutaba el rico aroma de la bebida. Humildemente, la joven pregunto:

    Que significa esto, papa.

    Estos tres elementos, explico el, se han enfrentado a la misma adversidad, el agua hirviendo, y cada uno reaccionado en forma diferente.

    La zanahoria, fuerte y dura, se torno débil, fácil de deshacer. El huevo era frágil, la cáscara fina protegía su interior líquido, que después de estar en el agua hirviendo se endureció. Los granos de café transformaron al agua, convirtiéndola en la rica bebida que te reconforta y calienta.

    Que eres tú. Le pregunto el cocinero a su hija. Cuando la adversidad llama a tu puerta, eres zanahoria, huevo o grano de café.

    Y tú, amigo o amiga, eres como una zanahoria, que parece fuerte pero se vuelve débil cuando la adversidad la toca, es como un huevo, cuyo corazón maleable se endurece ante las penas. O como un grano de café, que cambia al agua hirviente, al elemento que le causa dolor. El que es como un grano de café, reacciona mejor cuando las cosas se ponen peor. 


Por: Jaime L. Gutiérrez y Marta Bernar.  

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