miércoles, 7 de septiembre de 2011

La Parábola de la Rana Hervida


La mala adaptación a amenazas crecientes para la supervivencia aparece con tanta frecuencia en los estudios sistémicos de los fracasos empresariales que ha dado nacimiento a la parábola de la ‘rana hervida’.

Si ponemos una rana en una olla de agua hirviente, inmediatamente intenta salir. Pero si ponemos la rana en agua a la temperatura ambiente, y no la asustamos, se queda tranquila.

Cuando la temperatura se eleva de 21 a 26 grados, la rana no hace nada, e incluso parece pasarlo bien. A medida que la temperatura aumenta, la rana está cada vez más aturdida, y finalmente no está en condiciones de salir de la olla.

Aunque nada se lo impide, la rana se queda allí y se cocina. ¿Por qué? Porque su aparato interno para detectar amenazas a la supervivencia está preparado para cambios repentinos en el medio ambiente, no para cambios lentos y graduales.

Todo cambio es estresante por definición. Aun cuando sea bien recibido, todo cambio altera la estabilidad. Para afrontar cualquier cambio debemos entender y manejar el estrés que inevitablemente se presenta en nuestra vida. Todos podemos regular el grado de estrés que experimentamos, manejando la cantidad de cambio que estamos dispuestos a tolerar.

Es importante entender que cualquier cambio puede producir consecuencias anto deseables como indeseables. Trabajando con personas que están viviendo circunstancias traumáticas, como un incendio o un desastre natural, los profesionales han aprendido que las crisis pueden tener consecuencias positivas o negativas. Cuando atravesamos una crisis, la consecuencia puede ser el deterioro en nuestra capacidad de funcionar eficazmente. O, por el contrario, puede ser un mejor funcionamiento y un mayor desarrollo de nuestras potencialidades.

Toda crisis implica desequilibrio y cambio. Todo depende de la forma como la afrontemos y nos sobrepongamos a ella.

Hay incluso crisis que se pueden percibir como ataques a nuestra misma esencia psicológica. Lo que en ese momento el destino nos exige es una redefinición de nosotros mismos, un redescubrimiento de significado, y una renovación de nuestro compromiso con lo que hayamos elegido como lo más importante de nuestra vida.






La Parábola de la Rana Hervida.

Un comentario en el post de Diego titulado "Las crisis son el camino a la felicidad del ser", me ha recordado la parábola de la rana hervida (the boiled frog, en inglés) que, aunque un tanto cruel, sirve para ilustrar que muchos pequeños cambios pueden tener el mismo efecto que un único gran cambio. La historia es la siguiente:
Si se echa una rana a una olla con agua hirviendo, ésta salta inmediatamente hacia afuera y consigue escapar de la olla sin haberse quemado ni una pestaña.
En cambio, si inicialmente en la olla ponemos agua a temperatura ambiente y echamos una rana, ésta se queda tan fresca dentro de la olla. Pero cuando, a continuación, comenzamos a calentar el agua poco a poco, la rana no reacciona bruscamente sino que se va acomodando a la nueva temperatura del agua hasta perder el sentido y, finalmente, morir literalmente hervida.
La parábola es totalmente extrapolable al ser humano y las lecturas son diversas, pero todas muy interesantes. Por un lado se ilustra la resistencia que tenemos ante grandes cambios, pero también se nos alerta del peligro de dejarse llevar por las circunstancias del entorno sin tomar conciencia de si nos dirigimos a un estado que deseamos o aborrecemos.
Y es que, como dice el artículo de Diego, quizá sea bueno encontrarse con una crisis de vez en cuando para que sintamos el agua hirviendo y podamos saltar a tiempo de recuperar el camino a nuestra felicidad.





















La parábola de la Rana Hervida

La parábola de la Rana Hervida dice así: Si calientas agua en una olla hasta que hierva y a continuación introduces en su interior una rana, ésta saltará bruscamente hacia fuera huyendo de la insoportable y ardiente sensación. Sin embargo, si introduces dicha rana en la olla antes de comenzar a calentar el agua, el animal se acostumbrará poco a poco al cambio de temperatura sin notar grandes cambios. Antes de que se de cuenta, la rana morirá hervida sin reaccionar.
Creo que es un fenómeno totalmente extrapolable a los seres humanos. Muchas veces nos encontramos en situaciones desagradables que deberían ser intolerables pero que se toleran, sencillamente, porque nos hemos ido acostumbrando a ellas. Como aquella frase de Richard Sennet: “La rutina puede degradar, pero también puede proteger“. La rutina de la vida, de las sensaciones, puede hacer reaccionar al individuo y motivarle a actuar para cambiarla, pero las más de las veces sirve de escudo y excusa para no hacer nada y permanecer igual.
En las relaciones sociales, especialmente las de pareja, también tiene sentido esta lógica. Ocurre, por ejemplo, cuando dos amantes que han caído en la rutina se cierran en ella para no ver más allá y no tener oportunidad de percibir “el peligro”, es decir, el riesgo de conocer otros ambientes, contextos y personas.
En la política, que no es otra cosa que la organización de las sociedades y personas, ocurre algo similar. El individuo, tú por ejemplo, no percibe que las cosas pueden ser mejores porque desde siempre pero lentamente se le ha estado perjudicando y haciéndole perder espacios de libertad. Uno se ha acostumbrado ya a tener un salario de mierda, una vivienda cutre, unos planes de estudios tristísimos y decadentes, a ser manipulado por los medios, a tener que pagar por todo, etc. y no se da cuenta de que eso no es la vida en sí, sino una forma de vida determinada que nos imponen.
Hoy un recién licenciado estará contentísimo por ganar mil euros al mes en un trabajo precario donde no sabes ni cuándo te van a echar ni qué será de tí después. Sin embargo, hace treinta años en la Europa Occidental del Estado del Bienestar sólo pensar en esa situación ya hacía hervir la sangre. Pero han empleado con nosotros el segundo método de la rana hervida… y herviremos nosotros. Nos habremos dejado matar estúpidamente.

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